Los malos
Los viajeros del centro de la Tierra iluminan los caminos con ojos plenos de voracidad. Cavan con el verde amargo de la imaginación enlodando a lado y lado el ajeno sentimiento y guardando para sí el pudor sensible de la gesta, prestos al cobijo de su descendencia. “Amor de patria”, llaman esto. Los demás, topos de la oscuridad alucinados al aroma pétreo de la violencia, no poseen… Por tanto, ni son ni viven.
Es de humanos el yerro. Por eso los topos de la oscuridad no tienen derecho a equivocarse; menos a exigir. Nada les pertenece. Ni siquiera su cultura. ¿Cuándo entenderán que el Paraíso Terrenal no es todo el orbe sino una porción de mundo donde se purifican desvaríos a bota marcial de supuesta y exportable democracia? Qué tan malos, cuando emergen y roen las suelas a tan sublime dama. Dignos de castigo y de condena.
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